

De ahí nos enfilamos hacia Tikal, “la capital del mundo maya”. La entrada al parque es cara: para guatemaltecos sólo es de 25 quetzales, pero para los extranjeros es de 150 (215 pesos). En Guatemala, como México, todo se arregla “con unos quetzalitos” y conseguimos que nos introdujeran de contrabando por 100 quetzales (tampoco fue tan barato $150 pesos). Tikal, al ser un centro tan importante y espectacular, merece un post aparte; aquí sólo agregaré que habiendo salido del parque intentamos pasar la noche en el estacionamiento, ya que con el costo de la entrada nos quedamos con casi nada de dinero, ya saben uno que asume que centroamérica es bien barato (mal concepto). Pero como a las nueve de la noche llegaron los guardias y nos pidieron que nos fueramos. Teníamos miedo de emprender camino a esa hora, ya que en Guatemala nos han dicho que es peligroso andar en carretera por la noche, así que sólo salimos del parque y nos estacionamos en el primer lugar que pudimos, a unos 20 metros de la entrada, y ahí pasamos la noche.

Al amanecer, emprendimos camino hacia Flores, una ciudad-isla en medio del lago Petén Itza. Flores es un lugar sumamente lindo, es una pequeña isla que recorres caminando en 20 minutos, es encantadora: se respira el ambiente colonial en cada una de sus esquinas. Si bien es una ciudad turística(aquí puedes encontrar en los cafés y bares conexión para tu lap con enchufe europeo), ya que es un lugar obligado cuando se va a visitar Tikal, eso no demerita su belleza ni su magia. En el malecón, que circunda toda la isla, hay numerosos muellecitos donde puedes meterte a nadar. Aunque ahí vivimos las secuelas de la tormeta Matthew y estuvo nublado y con lluvias, eso no nos impidió para que disfrutaramos un baño refrescante. Flores nos gustó tanto que pasamos dos noches ahí, y decidimos que en algún momento regresaremos a vivir una temporada más larga en esa bella isla. Pero no en este viaje, y volvimos a tomar camino.


Nuestro siguiente destino fue Poptún. Llegamos de noche, y al averiguar donde podíamos pasar la noche estacionados, nos sugierieron que no entráramos a la ciudad, ya que no es muy segura, por lo que pasamos la noche estacionados en una gasolinera. A la mañana, entramos al poblado. Poptún es un pueblo-tianguis(parecido a la central de abastos): todo está lleno de comercios y puestos en la calle, se nota que la ciudad es el proveedor comercial de la región. Pero honestamente no es bonito ni tiene nada particular que visitar. Eso sí, disfrutamos de una comida y un delicioso licuado de fresa por 33 quetzales. Rápidamente volvimos a la carretera y termianmos de cruzar el Petén. Desde Poptún hasta Morales los paisajes son hermosos: es un valle donde los cerros parecen que brotan de la tierra. No hay una cadena montañosa, sino que los cerros, altos y esbeltos, como las pirámides de Tikal, están por todos lados, como vigilantes del territorio y parecen estar pintados de azul. Es una vista espectacular. Y junto con ellos, también vimos árboles enormes y viejos, como ninguno que hayamos podido contemplar en el viaje.
Llegados a un punto, y debido a las lluvias de la tormenta, la carretera se encontraba inundada y el paso se hizo imposible. Nuestra camioneta tuvo que ser jalada por otra para poder cruzar este tramo; el favor no fue gratis, y pagamos 30 quetzales (45 pesos) por el cruce. Desde ahí el trayecto fue sin más contratiempos hasta Puerto Barrios. Visitamos esta ciudad costera ya que es la puerta al Atlántico de Guatemala. Ingenuamente pensamos que sería un puerto grande, una ciudad con riqueza y que valdría la pena visitar. Creíamos que íbamos a conocer su Veracruz y bueno lo conocimos, pero Puerto Barrios es feo feo, tanto, que decidimos no pasar ahí la noche e intentar buscar una locación en su ciduad vecina Santo Tomás de Castilla. Para cuando llegamos, ya se hacía de noche y encontrar un lugar donde amancer se convirtió en apuro. Investigando sus calles, llegamos a la zona aduanera del puerto: había oficinas de gobierno y de empresas de importación- exportación. Decidimos estacionarnos en un lugar y preguntar si no había problema en que pasáramos ahí la noche. Unas personas nos dijeron que no habría problema, pero que debíamos avisar a los de seguridad. Al final, y ya que el inspector no se encontraba, nos ofrecieron pasar la noche en el estacionamiento de uno de los establecimientos particulares de la zona, bajo la condición de que quitáramos la bandera. Fue triste tenerla que quitar, y más cuando sabemos que la razón es producto de una incompetencia de nuestro gobierno, pero no nos quedó más que aceptarlo.


Llegamos a la frontera norte de Guatemala con El Salvador, donde pensamos que habría que volver a pagar por salir de Guate y entrar al Salvador. Nuestra sorpresa fue que debido a acuerdos migratorios que tienen los países centroamericanos el sello de Guatemala es válido en Honduras, El Salvador y Nicaragua, por lo que afortunadamente no tuvimos que volver a pagar. Cruzamos el puente fronterizo y dejamos atrás la bella Guatemala y nos internamos en El Salvador.